De entre todas las mujeres de este mundo, yo me quedo contigo.

Con tu pelo liso moreno a media melena, los ojos achinados y marrones oscuros.

Con la piel suave y las uñas pintadas de rosa.

El vestido camel de cortefiel, el collar de esmeraldas, la pulsera de un mercadillo de londres y unos zapatos de poco tacón.

Me quedo con tu talla 36 de pie, tu trench para la lluvia.

Con tu raya de ojos para mirar al rey. Tu sonrisa.

Colgado del cuello llevo el último regalo de mamá, un reloj.

Mamá es profesora de matemáticas y cuando lo necesité me enseñó a contar, si sumas 1+1 es 2, siempre algo más.

Como el tiempo de este reloj.

La vida para nosotras nunca será una cuenta atrás sino una adelante.

All my loving.

Las terrazas en verano.

De repente te he visto en una de esas inmensas terrazas que tienen los hoteles, las que son como un teatro de marionetas, tapadas por tres partes y con una ventana al mundo.
Estabas sentado en esas sillas baratas de plástico malo y apoyabas las piernas sobre la barandilla, dónde se secan las toallas mojadas de un día de playa.
Encendías un cigarro, y tu humo dibujaba formas en la oscuridad de la noche pero no estropeaba el olor a mar.
Unos turistas bajo la terraza rompían el momento gritando cosas que no valía la pena entender, pisabas la colilla, te asomabas para la última calada y volvías a entrar.
Fuiste a bajar la persiana pero recordaste que prefiero dejarla subida. Hasta mañana.

A mí, me va más el individualismo, el café sin azucar, la cerveza sin limón, los vestidos sin mangas, el pelo sin horquillas, los viajes de ida, los bolsos sin asa, los bolis sin capuchón, las botellas abiertas que usar como florero, las zapatillas sin cordones, los pantalones sin cinturón y lo que no combina con nada, como los lazos rojos.


Menos los bombones, los prefiero con leche.

VEINTE

Ojala el tiempo no pasase y se me ocurriesen muchas más cosas que hacer.

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